El arte de no hacer nada
Todas las cosas tienen su tiempo. Y su espacio, supongo. Como ahora, que es época de buscar la ropa de abrigo, hacer caldos y vivir lo más parecido que se pueda a como lo hacen los osos. Cosa harto difícil. València no s'acaba mai. Hay eventos y saraos como para salir más noches que la luna. Y, además, por aquello de la nocturnidad horaria, puedes recogerte a las ocho y media siendo noche cerrada. Es decir, trasnochando vespertinamente y no a horas que te arrastran a dormir más de la cuenta, o lo necesario, el día siguiente.
Pero, siempre hay un pero, todo lo del párrafo de arriba es la teoría. La práctica es que todavía vamos en manga corta durante algunas horas del día y las opciones de hacer cosas, llamémoslo así, se regatean como si fueses Vicente Rodríguez en sus mejores tiempos o, más reciente, Fran Pérez. Y cubicas. Y tratas de encontrar el lugar. Mareado como los animales. Y escribes una lista. Otra. De cosas que has de hacer. Y que, por supuesto, no harás. Aunque la intención es lo que cuenta. O, quizá, para sorprender al personal, la escribes para hacerla.
Y miras, navegas por internet. Mientras recuerdas que has de revisar esa chaqueta de invierno que necesita un arreglo. Lo anotas. Con el BIC de cuatro colores. En verde, que es el que menos se usa. Y debería ser el que más, por aquello de la esperanza. Las cosas bonitas escritas en verde. Como decir te quiero o tienes caldo en la nevera. Decía el enorme Fernando Fernán-Gómez que él se sentía tremendamente capacitado para no hacer nada, que no era una persona que necesitaba hacer cosas para sentirse realizado. Y mira que hizo cosas ese hombre. Y mira que tenía talento. Enorme. Aunque se le recuerde con trazo gordo por aquello de 'A la mierda' a un supuesto admirador. Que bueno. Para eso mejor no acercarse a las personas que admiras. Corres el riesgo que no sean tanto como las admiras e idealizas.
No hacer nada. Esa es mi meta desde hoy hasta que nos volvamos a leer, querido receptor de esta carta de viernes. O, a lo sumo, escribir listas. Puede que así, no haciendo nada, llegue al lugar al que quiero llegar desde hace mucho tiempo. La semana que viene les cuento. Y además, no tenemos gritos en campos de fútbol. Esa droga nuestra, o más bien mía, que relaja y de la que los osos no tienen ni idea que existe. Claro, como ellos ya estarán planchando la oreja, les da igual.
Lo dicho, no hacer nada. Salvo darles un afectuoso abrazo de oso por estar al otro lado. Brindo, con un vaso de caldo, por ustedes.